Martín Luis Guzmán, en su obra El águila y la serpiente definió a Villa como un felino: “Veníamos huyendo de Victoriano Huerta, el traidor, el asesino, e íbamos por la misma dinámica de la vida y por cuanto en ella hay de más generoso, a caer en Pancho Villa, cuya alma, más que de hombre, era de jaguar; jaguar en esos momentos domesticado por nuestra obra, o para lo que creíamos ser nuestra obra; jaguar a quien, acariciadores, pasábamos las manos sobre el lomo, temblando de que nos tirara un zarpazo”.
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